Damián se comprometió a ayudar con parte de los gastos de la casa, consiguió un trabajo de medio tiempo en una disquería. Su hermana, por otra parte, ahora podía volver a casa sola, ya que su colegio quedaba a unas cuantas cuadras de donde vivíamos.
El jueves fui al almacén junto con él y comenzamos a organizar los discos alfabéticamente, como el dueño los quería. Era perfeccionista y exigente con los demás, pero él mismo… Pobre hombre, la pereza y el desorden seguro lo consumirían más en un futuro no muy lejano.
- Hey, muchachos, ¿qué tal van con eso?
Sergio tendría unos veintiocho años, la verdad nunca le pregunté. Fumaba bastante, a veces nos pedía que le lleváramos cigarrillos. “Mustang” decía, “Porque te recuerda la brisa del convertible” respondíamos. No era feo. Tenía cabello y barba negra, ojos cafés y piel beige.
- Bien – respondí -. Pero sigo teniendo una duda.
- Dime, corazón – sonrió pícaramente, con su típico comportamiento de playboy.
- ¿Por qué siempre utilizas gafas oscuras?
- ¿Por qué eres tan curiosa?
- ¿Por qué no me respondes?
- ¿Por qué insistes tanto?
Ignoré el comportamiento esquivo de él y continué con mis labores gratuitas, mientras sacaba diferentes vinilos de cajas. Los iba limpiando con un pequeño paño semi-húmedo, seguido de esto los apilaba a mi derecha, Damián los tomaba y los iba clasificando según género. Después los organizaríamos en el orden de las letras.
- De todas estas bandas que he apilado, ¿cuáles conoces? – dije.
- ¿Qué?
- ¿Que qué bandas conoces?
- ¿De estas?
- Ajá.
- No muchas… Fervorosamente no he escuchado ninguna.
- ¿Conoces esta?
- Pan.
- Sí, te felicito sabes traducir Bread al español – aplaudí sarcásticamente.
- Alguna vez los escuché, ahora que lo pienso. Mi padre colocó una canción de ellos en nuestro reproductor de vinilos… Se llamaba If.
- En este no está… Déjame ver… - pasé los discos rápidamente.- Aquí hay otro de ellos, veamos si tenemos suerte.
Y de hecho, no la tuvimos. Después de abrir ocho cajas que tenían escrito “Setentas”, y luego de haber visto discos de Pink Floyd, ABBA, The Who, Led Zeppelin, Deep Purple, Grateful Dead y hasta unos cuantos de Queen, que no sé qué hacían en esas cajas, encontramos el álbum deseado.
Su nombre era Manna.
- ¿Lo ponemos?
- Claro, merecemos un descanso con buena música.
Acomodé el vinilo en el tocadiscos y llevé la aguja a donde se encontraría la canción. Comenzó a sonar, y creo que ambos sentimos los pelitos de punta. Los siguientes dos minutos con cuarenta y cuatro segundos fueron pura paz, como si me hubieran extraído del mundo. Como si durmiera en un colchón de agua.
- A lo mejor me lo llevo – dijo Damián con voz vidriosa.
- ¡Me dejó en visto!
Y bueno, lectores, fue así como Ariel arruinó todo el momento sublime. Ojalá nunca les ocurra esto, porque, créanme, que es demasiada ruptura espacio-temporal para una persona.
- Miranda me dejó en visto hace treinta minutos y no me responde. Ha estado en línea varias veces después de eso….
- Ariel…
- No entiendo… Todo iba tan bien, luego comenzamos a mandarnos emoticones y de repente me dejó en visto…
- Ariel…
- ¿Ya no me quiere? ¿Qué hice mal? ¡Lee, lee, lee! – colocó su teléfono peligrosamente cerca de mi cara, ni si quiera podía ver de lo próximo que se encontraba.
- ¡Ariel! ¡Maldita sea! ¡Para ya! – grité. Todos se quedaron callados en la tienda.- ¡Deja de convertirte en un esclavo más de los códigos binarios!
No hubo respuesta.
- Todo eso son códigos binarios. Las palabras en tu teléfono, los colores de esas “palomitas”, los mensajes que envías. Todo eso es abstracto.
- ¿Me dejó abstractamente en visto?
- Eso a lo que tú llamas un visto… También se le conoce como silencio en la vida real – intervine con disgusto.- Y no es malo. Hace parte de nuestra interacción con nosotros mismos y una parte metafísica del otro.
- ¿A qué te refieres?
- Permítete conocer el silencio de Miranda, entenderlo. Permítete conocer el vacío que queda en el aire sin sus palabras. Pero más importante, permítete apreciarlo.
- ¿A qué te refieres? Por dos.
- A que cuando estés con ella, viendo el techo de su habitación, las palabras sobrarán.
- Entonces… ¿Tal vez aquí, en esta situación, las palabras faltan?
- Quizá – me encogí de hombros.
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