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24 de febrero de 2017

[BLANCO] Capítulo Cinco

- Por eso te pido que al menos dejes quedar a Andy en tu casa. Será solo una semana.
- ¿Qué te pasa pidiéndome eso? – Damián me observó apenado y sin esperanzas –. Evidentemente se quedarán ambos. Mamá no está, así que la llamaré y le informaré de lo sucedido.

A Damián se le pusieron los ojos vidriosos, sonrió y fue rápidamente a sacar a su hermana de la casita de muñecas del parque. Ella no despertó, y él se limitó a alzarla en brazos.

- ¿Cuántos años tiene?
- Seis.
- ¿Puedo pedirte algo?
- Sí, claro. ¿Qué es?
- Por favor no mueras…

La última frase me salió con la voz algo quebrada. Tenía los ojos llenos de lágrimas que no caían, y dije aquello con una sonrisa melancólica. Cuando sonreí aún más fuerte cerré ambos ojos y salieron dos gruesas lágrimas que recorrieron mi rostro. El dolor que sentía de pensar que él pudiera morir era inefable.

- No morir es una promesa difícil de cumplir, pero puedo asegurarte que no intentaré suicidarme… Al menos no ahora.
- ¿Cuándo es ahora?
- Ahora es siempre. Ahora es el momento exacto en el que te digo esto. Ahora no es ayer, ahora no es mañana. Ahora es simplemente el instante en el que estamos viviendo, por toda la eternidad.

No dijimos nada más, entramos a casa luego de caminar desde el parque, y le dije dónde podía quedarse él y dónde podía quedarse su hermana. Damián nunca había ido a mi casa, así que su primera impresión fue “Es muy grande”, o al menos eso mostraban sus ojos.

- ¿Y tú? ¿Dónde duermes? Abajo hay un amplio espacio en la sala con un televisor, y subiendo las escaleras en caracol encontramos cinco habitaciones. ¿Cuál de las dos habitaciones que sobran aquí es tuya?
- Ninguna – sonreí.

Lo tomé de la mano después de que dejara a su hermanita acostada en la cama y lo arrastré por el pasillo. Halé de un cordel que colgaba del techo y la entrada a la habitación secreta se desplomó ante nuestros ojos. Le hice un ademán a él para que subiera conmigo por las escaleras.

- ¿Qué te parece?
- Es fantástico…
- La he pagado toda yo.
- ¿En serio?
- Sí, quería sentirme independiente y le pedí a mamá que no me ayudara.
- Bueno, no creo que haber comprado cojines blancos para rellenar una habitación hubiese sido tan costoso.
- No, no tanto, a decir verdad. Lo costoso es lo que más me gusta.

Oprimí el botón de la magia. El techo comenzó a correrse y quedó únicamente un cristal, permitía ver el cielo, y ya que era un lugar apartado de la ciudad, se podían ver algunas estrellas.

- Te ves más blanca a la luz de la luna.

Me acerqué a él, nos acostamos viendo el cielo y nos arropamos con la misma cobija.

- Me gusta el sonido de tu corazón – dije al colocar mi oído sobre su pecho.
- Me gusta el olor de tu cabello.
- Duerme bien.
- Tú igual.


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