- Dy, ¿por qué mamá grita?
Nunca he sido capaz de decirle que mamá está teniendo sexo con su novio.
Nunca he sido capaz de decirle que mamá está teniendo sexo con su novio.
- Ya sabes, esas pesadillas de las que te he hablado.
- ¿No deberíamos despertarla mejor?
- No, es mejor que saque todo eso. Mejor, vamos a ver televisión.
Vivo en un apartamento pequeño. Nada descomunal. Papá murió ya hace un tiempo y mamá no supo administrar lo poco que teníamos. Gastó todo el dinero en ropa y cosas que realmente no necesitábamos. Cuando tenía quince años comencé a trabajar, pero luego del incidente en la fiesta tuve que dejarlo.
Hace más de un año no tenemos ingresos y mamá gasta todo el dinero en alcohol y ropa, y ropa, y más ropa. Oh, también maquillaje. Solo como una vez al día, en la escuela. Si comiera tres veces al día, ¿cómo comería mi hermanita? Si comiera tres veces al día, ¿dónde tomaría ella apuntes?
Ya han llegado correos advirtiéndonos que si no pagamos la renta nos echarán de aquí, pero mamá no hace nada.
- Mamá… Hoy llegó un correo de nuevo. Nos desalojarán en menos de una semana.
- Esos imbéciles siempre dicen eso – Dijo llevando una copa de Whiskey a su boca y con tono de borracha.
- Tampoco hay comida, mamá. Andy mañana no podrá desayunar.
- ¿Y a mí qué? Esa mocosa ya debe empezar a enfrentar la realidad en la vivimos.
- Vivo.
- ¿Cómo hozas responderme, estúpido? – Al terminar la pregunta me lanzó la copa a la cabeza – Ojalá me hubiera tomado las píldoras el día después.
- Ya me lo ha dicho suficientes veces.
- Si no hubiera nacido su padre estaría vivo.
- ¡Ya lo sé!
- ¡Usted es el peor ser humano que puede existir! – Me escupió.
- ¡¡Me lo ha dejado claro!!
- ¡¿Entonces por qué no se mata?! ¡¿Por qué no se murió el día del accidente?! A ver si alguna vez en la vida hace al menos algo bien.
Llevé a mi hermana a la escuela al otro día. Todo iba bien en la mía, hasta que mamá llamó durante una clase. Ella nunca me había llamado, así que contesté y salí rápido del aula. El profesor me observó de manera crítica, pero me dio igual.
- ¿Aló?
- La dueña llamó. Dijo que teníamos que irnos.
Y así como así, ella simplemente colgó. Entré al aula, saqué mi mochila y me fui corriendo de la escuela. Añadir diálogos en este fragmento es inútil. Admito no haber escuchado a nadie en ese instante. Todo era simple silencio, máximo brisa rápida.
No tenía dinero para un taxi o un bus, así que solo corrí con las llaves del apartamento en mano. Daba zancadas grandes, cada vez más violentas, y cuando pensé que no podía empeorar, llovió.
Corrí por media hora, entonces llegué. Subí rápidamente por las escaleras de aquel insípido y gris edificio. Llegué al tercer piso y me dirigí hacia nuestro departamento. “Aquí está, el 312”, fue lo único que pude pensar.
Entré y me llevé la ‘gran sorpresa’, que en realidad ya me temía. No había nada. Absolutamente nada, solo una nota sobre la mesa del comedor.
“Gracias por todo, gilipollas. Esos papeles de colores olían realmente bien. Mamá.”
¿Papales de…? El dinero. Corrí hacia mi habitación, y efectivamente donde tenía mis ahorros ahora solo había una asquerosa tanga sucia de mamá.
Esa noche dormimos allí con Andy. Le dije que tendríamos que jugar a los ositos, y el que primero se separara del otro durante la noche, perdía. Hacía frío y no teníamos con qué arroparnos, así que era la mejor opción.
Al otro día todo fue igual. Andy a la escuela. Damián igual. Clases aburridas. Charlas esporádicas. Risas igual. Volvimos a casa, ella había tomado mi mano. Cantábamos una canción que le habían enseñado.
Vi la placa, 312, y saqué las llaves de mi bolsillo. Intenté varias veces introducirlas en la chapa, pero era como intentar darle de comer a alguien que vomita.
- ¿Qué pasa, Dy?
- Las…
Me desmoroné y caí arrodillado al suelo. El cielo comenzó a llorar y pensé que tal vez simulaba las lágrimas que no caían de mis ojos. “Las llaves no entran… Las llaves no entran… Las llaves no entran… Las llaves no entran…”.
- ¿Dy?
“Ya han de haber cambiado el cerrojo”.
- ¿Hermanito? – Se agachó ella también.
“Las llaves no entran… Las llaves no encajan…”.
- ¿Sabes? Recordé algo.
- ¿Qué cosa? – Me miró intrigada.
- Te debo una ida al parque.
- ¿No importa que esté lloviendo?
- Aquí tengo una sombrilla – Sonreí, y luego nos dirigimos al parque.
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