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24 de febrero de 2017

[BLANCO] Capítulo Diez

- Los padres son anclas que nos enseñan a volar – intervino Sergio de improviso, quitándose de los labios su cigarrillo Mustang.

- Desarrolla tu idea – dije.
- Los padres son anclas que nos enseñan a volar. Con ellos no puedes llegar a la emancipación, pero sin ellos eres esclavo del metal oxidado. Lo que para nosotros es un ancla, para ellos fue un globo. Su cielo es nuestro mar, y nuestro cielo será el mar de aquellos que vengan después de nosotros. No digo que el mar sea malo, pero no es nada más que el reflejo de un cielo que está encima de nosotros. Es un oasis, una alucinación, un dulce y vil engaño que la vida nos tiende.
- Dime más.
- Para bañarnos en la leche de las estrellas necesitamos primero probar la sal del mar. Nacemos con alas y grilletes en los tobillos. Como Aquiles, esclavos de nuestros talones, hemos de decidir acerca de nuestro destino, pues tenemos la capacidad de hundirnos o flotar. Pero, ¿para qué hablo? Estos no son nada más que los delirios de un loco que huele feo. ¿Dónde está la niña que siempre te acompaña?
- Tuvo que quedarse en la escuela, no pudo venir hoy. Dime…

No pude terminar la idea. Sergio ya estaba caminando hacia su oficina, con cigarrillo en mano, así que me quedé con las dudas de un adolescente abandonado… O, bueno, tal vez de cualquier adolescente.

- ¿Ese es el color natural de tu cabello? – me preguntó una muchacha.
- Sí…
- Wow… ¡Te envidio! Yo quiero el cabello así de blanco.

Ella continuó con su vida, yo con la mía. Esa fue la primera vez que hable con alguien que no fuera parte de mi grupo social después del Incidente Vinagre. Decidimos nombrarle así al evento de mí... Lo de la fiesta.

Terminé de organizar varias montañas de discos a las ocho de la noche, así que decidí irme de la tienda. Tomé mi bicicleta y pedaleé a casa, a mi hogar. Cuando dije en mi mente la palabra hogar me detuve en seco. ¿Qué es para mí el hogar? Nunca había utilizado ese término antes, porque en el pasado nunca fui a mi hogar, yo solo iba a casa.

Seguí pedaleando, en esa escena nocturna que parecía de película, y llegué a la conclusión de que el hogar es aquel lugar donde te sientes cálido, donde la felicidad es inefable. Hogar es donde te sientes tranquilo, donde las sonrisas son verdaderas, donde puedes hablar de todo y a la vez de nada, donde las concepciones que nos vende el mundo ya no importan, donde el tiempo es una palabra sin sentido, donde no quieres morir.

Donde no quieres morir… Donde no quieres morir… Donde no quieres, por ningún motivo, morir.

El hogar no es un lugar, es un sentimiento… Es un verbo… Tal vez por eso termina en el infinitivo “ar”.

¿Así se siente querer vivir?

Estoy llorando, pero no es de tristeza. ¿Alguna vez han llorado ustedes de felicidad?



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