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24 de febrero de 2017

[BLANCO] Capítulo Dieciséis

La mujer de mediana edad lloraba sobre el hombro de una mujer vestida de anaranjado, un tanto más joven que ella. Ambas estaban sentadas en la sala de espera del hospital. Azul no podía hacer mucho, además que apaciguar a su amiga en su inconsolable llanto. Sentía su hombro lleno de lágrimas tibias, y al percibir esto se llenaba de nerviosismo.

Con el fin de calmarse le pidió a una de las enfermeras que encendiera el televisor. El último canal que había sido televisado en la sala de espera ahora transmitía una cátedra de un profesor.

- ¿No estaré soñando, yo, todo esto? – Azul volteó su rostro hacia la pantalla – Todas las representaciones que ha tejido en el sueño la imaginación se acabarán revelando cuando nos despertemos, falsas y carentes de toda realidad. Podremos decir con alivio: Solo ha sido un sueño.

La puerta en donde se encontraba su hija se abrió de un momento a otro. Miró rápidamente hacia el lugar, donde vio una camilla con un cuerpo tapado con una manta blanca. Algunos ayudantes estaban sacando el cuerpo de la sala. Acarició el cabello de la mujer de mediana edad y continuó viendo el programa.

- Pero, claro, si en ese sueño algo que hemos imaginado nos ha dolido de manera física o emocional, ese dolor ha sido absolutamente real.
- Señorita, ¿podría cambiar de canal? – dijo una muchacha rubia al fondo de la sala.

La enfermera tomó el control y pasó por varios programas hasta quedarse instalada en una película.

“Damián”
“¿Qué?”
“¿Escuchas eso?”
“Sí, es la película”
“No, eso no. Lo otro”
“¿Qué otro? Yo no escucho nada”
“Son quejidos. Me hostigan”
“¿Qué dicen?”
“No lo sé. ¿Dónde está Ariel?”
“Dijo que iba a ir a otro lugar, una luz lo estaba fastidiando”
“¿Una luz?”
“Sí… En esta oscuridad no sé a qué luz pueda haberse referido”
“Ugh… Creo que sé a qué se refería…”
“¿Por qué?”
“Acabo de empezar a verla. Es muy intensa. Es más hostigante que los gritos”
“¿En serio?”
“Sí. Iré a otro lugar, donde huela a fresas y canten ruiseñores”
“Está bien”
“Nos vemos”


- Señora Montecarlo.

Azul dejó de ver la pantalla, sus manos comenzaron a sudar frío.

- Aquí estoy – caminó hacia el doctor.
- Su hija… Ella no lo ha logrado. Miranda sufrió de un paro cardiorrespiratorio. Hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos, pero las condiciones en las que llegaron los tres muchachos no fueron las más óptimas para llevar a cabo todos los procedimientos y que resultaran exitosos.

Azul no respondió nada, absolutamente nada; se limitó a pellizcarse una y otra vez su brazo derecho. Al ver que no funcionaba hizo lo mismo pero en sus piernas. Comenzó entonces a incrustar sus uñas en la piel de su cuerpo, y al darse cuenta de que por más golpes que se diera en el estómago nada sucedería le dijo desde el suelo al doctor, estando arrodillada frente a él y con lágrimas gruesas que arruinaban su maquillaje:

- Ojalá pudiera decir con alivio: Solo ha sido un sueño.

Elías acababa de llegar a la sala de espera cuando escuchó la noticia. Sus ojos se inundaron y aquel océano se desbordó a través de sus mejillas. Incapaz de creer lo que había escuchado corrió a través del pasillo, perdiendo el equilibrio y apoyándose en las paredes para no caer, hasta llegar a la habitación de ella.

Pasó por encima de la madre desconsolada y abrió más la blanca puerta. Cuando entró en ese lugar vio las paredes azules, las sábanas azules, la almohada azul. Resaltaba ese cabello rubio y sedoso en medio de todo ese azul. Parecía una muñeca de porcelana untada de mermelada de fresa. La tomó de su mano y la abrazó, haciendo que él también quedara lleno de mermelada.

- Mir, eres muy cruel. Este no era el regalo que quería de aniversario.


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