Sergio estaba revisando unos vinilos, con sus lentes de sol y su camiseta negra. Ni siquiera me prestó atención.
- Hoy no viene Damián, surgió algo.
De nuevo me ignoró, y ya que estaba haciendo esto quise aprovechar. Decirle aquello que me venía revolviendo la cabeza hacia tiempo. Como no me pondría atención sería la ocasión perfecta, sentiría que alguien me escucha y me zafaría de ello, aunque no pudiera obtener respuesta alguna.
- Em… Anoche tuve un sueño, y no puedo olvidarlo.
No hubo respuesta.
Procedí, entonces a narrarle lo sucedido en mi cerebro durante la noche, mientras me ocupaba de barrer el establecimiento, de limpiar las ventanas, y de secar el sudor en mi frente.
“Estaba en casa, pero todos se habían ido. Caminaba a través de los pasillos, arrastrando mis pies y llevando el polvo de un lugar a otro. De un momento a otro se hizo de noche, y seguía sola.”
“A través de la ventana pude ver una nave extraterrestre gigantesca, parecía una nave nodriza. Salían de ella luces de varios colores, y yo me escondía en la cama de mi madre, cubierta de todas las sábanas posibles.”
“Quería temblar de miedo, pero sabía que si lo hacía los alienígenas se darían cuenta de que había alguien dentro de la casa y me harían daño. Uno de ellos salió de la nave, abrió la ventana de la habitación y entró a la casa.”
“Caminó por ella con sigilo y lentitud, pero nunca con miedo. Ahora podía verme escondida entre las sábanas, y me di cuenta que una parte de mi cabeza se había salido de la cobertura que había hecho.”
“El alienígena se acercó a donde estaba y me hizo salir de mi escondite. No tenía opción, y estaba atemorizada de aquello que podría hacerme, pero aún no había hecho. Una vez estuvimos frente a frente, cara a cara, llevó su mano a mi pecho y la introdujo hasta mis costillas.”
“Tomó mi alma con fuerza y la sacó de mi cuerpo lentamente. La silueta de lo que era mi espíritu estaba allí, luchando contra un ente de otro planeta, y no podía escapar. Era como si él fuera Dios, pero me negaba a creerlo.”
“Después de que mi alma luchara por bastante tiempo contra él, después de haber gritado en el lenguaje con eco característico de ellas, después de ver como todos sus colores se hacían cada vez más intensos; el alienígena tomó un cuchillo y la cortó.”
- Él me cortó el alma – dije llevándome la mano al corazón. – El alma… – mis ojos comenzaron a sentirse llenos de agua – ¿Por qué el alma de todo lo que pude haber cortado? ¿Por qué el alma?
Mi voz se quebraba y yo estaba arrodillada, golpeándome el pecho con la esperanza de que mi corazón dejara de sentir.
- ¿Por qué el alma, Sergio? ¿Por qué el alma si tengo piel, cabello, uñas y arterias?
Las lágrimas comenzaban a hacer un pequeño charco en el suelo.
- “¿Por qué si es lo único que nos queda?”, eso has de estar pensando. – respondió por fin. – Vamos a hacer un rompecabezas.
Sergio cerró la tienda antes de tiempo. Volteó el anunció que decía “Abierto/Cerrado” dos horas antes de lo que se supone ha de voltearse, y me llevó a su oficina. Allí él tenía cientos de discos, pero no los vi por mis cascadas.
Se subió a unas escaleras de madera y sacó de la repisa superior una caja. Me la pasó, aún llena de polvo, cosa que hizo que tosiera un poco y procediera a quitarle el gris a la caja de cartón.
- Vamos a armar este rompecabezas.
Era una pintura, “El Desesperado” de Courbet. Contenía trecientas piezas y tenía un formato grande. Saqué todas las piezas y las coloqué el suelo de forma desorganizada. Sergio colocó unas cuantas piezas separadas, a una distancia aproximada de la lejanía que debían tener la una entre la otra.
No dijo nada, y yo tampoco lo hice, solo comenzamos a armar el rompecabezas. Buscábamos entre el montón las piezas que creíamos iban en ciertas partes, veíamos de nuevo la fotografía para tener una idea de cómo se debían ver el conjunto de piezas, hasta que forcé una pieza.
- Allí ella simplemente no encaja. No la obligues.
Levanté la mirada hacia él, posé mis ojos en la pieza que sostenían mis dedos y la puse a un lado.
- Cuando estoy agobiado – intervino – hago rompecabezas. La música me ayuda a vivir, pero algunas veces no me ayuda a entenderme, sino que me confunde más. Estar a solas con uno de estos juegos me ayuda a enfocarme,
Ahora era yo quien no respondía. Tomé la pieza que antes no encajaba y la coloqué en el sitio indicado. Sergio se dio cuenta de esto.
- ¿Ves a lo que me refiero? Todo encaja en el lugar correcto, pequeña.
- ¿Y si nunca encaja?
- Encajas conmigo y con Damián – acercó su torso y despeinó mi cabello de manera dulce.
No dije nada más, y nos dedicamos meramente a terminar de armar a “El Desesperado”. Tardamos dos horas, pero fue divertido, y para cuando habíamos acabado ya no había lágrimas en mi rostro.
Ya un poco más relajada, y estando en mis cabales, volví a preguntar:
- Pero, ¿por qué el alma?
- Porque es lo único que nos hace humanos.
Sergio ladeó su cabeza para ver hacia la ventana.
- Hasta nosotros haríamos una autopsia de nuestra alma si pudiéramos. – volteó a ver el rompecabezas – Adiós.
Dividió de nuevo la pintura en trecientos pedacitos y los introdujo en la caja. Sentí un nuevo en mi garganta, pero supongo que en eso se basa la vida. Repetir las mismas cosas una y otra vez, a menos de que estemos dispuestos a cambiar.
- Sí… Repetiremos todo una y otra vez a menos de que estemos dispuestos a cambiar – dijo él, pero estoy segura que no repitió lo que dije, porque yo no hablé –. Por eso yo no armo el mismo rompecabezas dos veces.
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