Comenzó entonces a sonar Suicide Saturday de Hippo Campus. El nombre puede ser impactante, pero la melodía es feliz. Me levanté lentamente de donde me encontraba y empecé a mover mi cabeza al ritmo de la batería, con los ojos cerrados. Mi pie se movió inconscientemente también. Luego empecé a cantar la letra.
Cuando la canción llegó al coro di vueltas sobre mi propio eje y moví mis brazos aleatoriamente. Después comencé a caminar hacia atrás, sin levantar mis pies de la arena, y me tropecé con Damián.
Con sus ojos Damián me dijo “Te encontré”. Pero no era un “Te encontré” de que me había encontrado luego de buscarme en un supermercado, sino un “Te encontré” de haberme hallado de nuevo, de haberme hallado como era en realidad. Como si mi alma se hubiera perdido por un instante y hubiese vuelto a aparecer.
Mientras sonaba la segunda parte me quedé viéndolo un tiempo, pero no podía evitar seguir el ritmo de la canción con mis pies. Justo antes de llegar al segundo coro comencé a cantar la canción, lo tomé de las manos e hice que diera vueltas junto conmigo en la arena.
Estaba tan perdida en el momento que cuando me di cuenta ya era la mitad del coro, habíamos dado más de veinte vueltas a toda velocidad y ahora estábamos en el mar. El agua llegaba a mi cadera. Hacíamos un pequeño remolino, hasta que nos resbalamos y caímos.
Reímos, y al sonar la frase Don’t you wait now, me levanté y señalé acusadoramente a Damián, obviamente de juego, al mismo tiempo que cantaba. Al sonar por tercera vez lo tomé de la mano y lo saqué rápidamente del mar.
Estábamos en la arena ya, aún tomados de la mano, cuando le apreté tres veces, para advertirle que llevaríamos a cabo una carrera. Él me observó, yo le devolví la mirada y sonreí desafiantemente.
Después de la parte “relajada” salimos a correr ambos a través de la playa, gritando. Íbamos lo más rápido posible para ambos. Sentía la brisa golpeando mi rostro, y gritaba y entraba más aire a mi boca. Cerré los ojos, extendí mis brazos, sentía que el mundo era mío en ese instante. Corríamos, corríamos, corríamos. Era como escapar sin dejar lo que te importa atrás.
Y al volver a decir Suicide Saturday caí al suelo, me tropecé con una roca. Reí demasiado, giré mi cuerpo, de tal modo que quedara boca arriba, y me quedé viendo el cielo. Damián se acostó a mi lado, del mismo modo que la primera vez que fue a mí… Nuestra casa, nuestro hogar.
Volteé a verle, el volteó su rostro y no hicieron falta palabras para que nuestros ojos pudieran decir lo que ambos pensábamos en ese instante.
No hicieron falta palabras.
Y pensar que la felicidad llega por cosas tan simples como esta.
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