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24 de febrero de 2017

[BLANCO] Capítulo Cero

Dicen que nosotros, los humanos, perdemos nuestra alma tres o cuatro veces durante nuestra vida. Creo que yo ya la he perdido una. ¿Por qué perdemos nuestra alma? Por dolor, sufrimiento, eventos traumáticos, cambios en nuestra vida o eventos similares.

- ¿En qué piensas?
- En la pérdida del alma.
- ¿Todavía?
- Todavía.
- Vaya… Mejor vayamos a comer algo.
- Tú pagas, la última vez pagué yo.

Efectivamente en mi primer día de clases no pasó absolutamente nada fuera de lo normal, a excepción de lo del papel higiénico. ¡Qué horror! Tuve que aguantar hasta llegar a casa.

Sin embargo, se han de estar preguntando “¿Quién es esta persona que narra la historia?”. Bueno, les haré salir de sus dudas. Soy la protagonista – este es el momento en el que ustedes miran este párrafo con cara de “¿En serio?” –.

Los primeros dos meses de escuela transcurrieron sin mayores percances. Los grupos de amigos seguían intactos, las personas que se la pasaban solas seguían solas (y nadie hacia nada para evitarlo), quienes eran tímidos lo seguían siendo, y Ariel y yo seguíamos hablando de pendejadas interesantes.

- Entonces… ¿Me vas a ayudar a redecorar mi habitación este sábado? – dije.
- Déjame reviso mi agenda.
- Tú y yo sabemos que esa agenda no tiene escrito nada – ambos reímos.
- De hecho, señora, este sábado sí tengo un compromiso.
- ¿Con alguien… real?
- Sí.
- ¿Se puede saber quién es, señor?
- No.
- ¿Cómo así? A mí no me vengas con pendejadas, idiota – agarré su cabeza con mi brazo y comencé a despeinarlo
- ¡Ya, ya! ¡Para! – me detuve y él se volvió a peinar -. Tendré una cita.
- Acabas de decir la palabra con C.
- Así fue. Y tú vendrás conmigo.

Ariel suele hacerme esto. Me hace hacer cosas que jamás creí haría (válgase la redundancia).

Si pudiera escoger mi apellido creo que sería Sedentaria. No hago mucho. Mi actividad favorita es sentarme frente al computador por horas y navegar en la web. Facebook, Tumblr, YouTube, Twitter, Vine y algunas páginas de universidades (ya saben, debo preocuparme por mi futuro). Estoy algo subida de peso por esto, pero no me importa. La verdad es que no tengo ni la más mínima intención de verme atractiva. No quiero gustarle a alguien, tampoco quiero recibir confesiones. Estoy bien en mi soledad. Lo que menos quiero en este punto de mi vida es amor.

¡Ahhh! Pero viene este pendejo y me hace ir a una cita doble. No podía haber peor situación. Me decidí por dejar las cosas pasar, asumir aquello que habían colocado en mi camino y escoger la ropa que iba a utilizar. No fue difícil, usualmente utilizo el mismo estilo de ropa. Jeans, una camisa cualquiera que es cubierta todo el día por un hoodie y unos zapatos estilo converse con color acorde al del hoodie.

Llegó el sábado, eran las 10:37 de la mañana, y Ariel me llamó.

- ¿Dónde te espero?
- Ni me has dicho dónde es el lugar en cuestión.
- Mierda, cierto. Es en… Calipso.
- Espérame en la principal, donde están los árboles de papel.
- Cartón, corrección.
- Lo que sea. Nos vemos ahí.

No tardé ni media hora, a decir verdad Calipso estaba bastante cerca de mi casa, aún caminando lento llegaba relativamente rápido al lugar. Cuando llegué Ariel ya estaba ahí, temblando, y viendo hacia todas partes. Se veía… bien. No como siempre, normal o desarreglado. Bien.

Se había lavado el cabello, asumo yo, mínimo 3 veces. Brillaba más de lo normal. No se veía un negro opaco sino reluciente. Daban ganas de hacer una propaganda de shampoo con él.

- Entonces… ¿Con quién nos vamos a encontrar hoy, Don Juan?
- Con una chica llamada Miranda y un amigo de ella. Tendremos una cita doble.
- En mi caso no es una cita, valga aclarar – Lo fulminé con los ojos -. En todo caso, ¿quién es ella?
- La conocí por medio de una App de citas.

Admito que hasta yo tenía una aplicación de ese tipo, pero nunca llevé las cosas a otro nivel. Me gustaba más romper corazones reales de personas virtuales. Además, bien podrían ser violadores o asesinos en serie, incluso pedófilos. No pensé, siquiera, que las personas en serio quedaran de encontrarse en algún lugar de verdad.

Cuando ya era la hora del tan esperado encuentro Ariel comenzó a sudar en las manos, así que le tranquilicé haciendo algo que normalmente hacíamos, jugar a adivinar la vida de las personas.

- Ok, ¿ves a la señora con el saco azul?
- Sí… Pienso que tiene dos hijos y ninguno la visita ya hace un tiempo.
- Yo creo que también suele ver novelas de la tarde.
- Segura… - Ariel se detuvo y sus ojos quedaron completamente abiertos.
- ¿Hola? – Pasé mi mano por el frente de sus ojos -. ¿Ocurrió algo?
- E-e-e-e-e-s ella.


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