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24 de febrero de 2017

[BLANCO] Capítulo Uno

A veces me pregunto cómo serán los colores infrarrojos y los colores ultravioletas. Quienes los ven, ¿qué pensarán? ¿Querrán ver los colores que nosotros vemos? La mente humana sí tiene límite, y es imaginar un nuevo color.

- Buen día, clase – nadie respondió -. El día de hoy vuelve a la escuela Damián. Ha sido trasladado de la clase B a esta, así que espero le den una buena acogida.

Cuando la profesora dijo el nombre Damián todos dejaron de hacer lo que estuvieran haciendo y se quedaron viéndola seriamente, sin mover un músculo. La verdad no entendí por qué. Un muchacho entró al salón, solo veía el suelo, y se sentó en el primer puesto vacío de la primera fila.

- Muy bien, ahora reorganizaremos los lugares donde se sienten para este próximo periodo escolar. Por favor, todos acérquense y tomen un papel de la caja. El número que obtengan es el número del pupitre al que serán reasignados.

Ariel y yo siempre vamos de últimos a sacar nuestros papeles. La profesora no deja que alguien saque un número más de dos veces, así que podemos estar seguros de que en serio será suerte nuestra próxima ubicación. Cuando ya las personas empezaron a pararse, me volteé para verlo, pues su puesto estaba detrás del mío.

- ¿Quién es ese tal Damián que todos se han congelado con su nombre? ¿El fantasma de las navidades pasadas? ¿El hijo de Chuck Norris?
- Shhhhhhhhhh – Puso su dedo índice fuertemente sobre mis labios, y luego susurró -. ¿En serio no sabes quién es?
- No.
- Te cuento en el receso.
- Está bien…

Tomé mi número después de terminada dicha conversación, saqué el número siete. El algo así como el chico nuevo sacó el ocho, eso quiere decir, quedó detrás de mí.

- ¿Sabes? Me hubiera gustado sacar el ocho.
- ¿Ah? – Me miró. Se veía un poco confundido por entre la capucha de su chaqueta.
- En Japón se dice que el ocho es un número sagrado. Ya sabes, porque baja del cielo a la tierra y vuelve a subir.

Le dije eso mientras hacía la figura del número en el aire con mi mano. Al acabar él estaba mirándome como un gorrión bebé perdido, solo que este gorrión tenía nieve en la cabeza. Ariel, desde la otra esquina, tosió muy fuerte, por lo que volteé a verlo. Me estaba haciendo una seña extraña, pasaba su mano horizontalmente por el cuello, como cuando quieres decir “Estás muerto”. Ese, en contraste, era más un “Para de hablarle ya”. Así que solo le sonreí y me acomodé en mi lugar.

Al acabar la primera jornada y justo cuando estaba él a punto de salir, unos orangutanes (así les decimos Ariel y yo a los victimarios) empujaron a Damián, haciéndolo caer de espaldas.

- Así que es cierto… ¡Volviste abuelo! ¡Con su cabello blanco cada día se ve más anciano! ¿Cómo vas con la disfunción? ¿Ya utilizas Viagra? – Él los miraba desde el suelo, ellos reían.
- Sigue igual de pendejo – en ese instante salíamos del aula, ignorando la situación -. Que ni se te ocurra hacer alguno de tus actos audaces, hijo de puta, que compré una nueva navaja y no me importaría estrenarla contigo. Ojalá y te hubieras muerto.
- ¿Has escuchado eso? – Le dije por lo bajo a Ariel.
- Sí, déjalos ser.

Estando en el parque Ari me explicó lo que había sucedido con Damián. Tomé nota, esto es lo que literalmente dijo:

Damián… Verás, ¿recuerdas a Vanessa? Sí, sí, la novia de Roberto. Bueno, él y ella eran buenos amigos, pero a él le gustaba ella. Un día, mientras estaban en una fiesta, entró a la habitación de ella sin avisar, y se encontró con la “sorpresa” de que Roberto estaba agrediéndola. Dicen las malas lenguas que le dejó un ojo hinchado y que aún tiene una cicatriz en la clavícula de un puño que le dio.

En fin, Damián, al darse cuenta de eso, comenzó a golpear a Roberto, pero evidentemente su contrincante era más fuerte. Salieron del cuarto y Damián empujó a Roberto por las escaleras. Ya en el primer piso salió corriendo a la cocina, donde tomó un cuchillo, y cuando Damián le fue a dar el “Fatality”, Roberto se volteó y le clavó dicha arma en el estómago.

Las cosas comenzaron a empeorar en la escuela – evidentemente después de haberse repuesto de su ataque previo –. Los secuaces de Roberto, y él mismo, claro, empezaron a molestarlo aquí y allá, no lo dejaban en paz. Y tampoco a sus amigos. Al verse ellos envueltos en tantos meollos decidieron alejarse de él, y al hacerlo, bueno, volvieron a tener vidas de calidad.

Parece ser que Damián entró en depresión, y debido a esto intentó suicidarse hace poco tiempo… Diría que apenas unos dos meses. Los rumores dicen que conducía a una velocidad muy alta, una a la que solo un borracho conduciría, y se estrelló contra una pared. Otros dicen que fue contra un camión de crudo, pero creo que si hubiese sido así habría logrado su cometido de morir.


El día avanzó, avanzó lento. Miraba a través de la ventana a mi izquierda y me preguntaba qué podía hacer por él, pues la depresión no es algo fácil con lo que lidiar. Además, usualmente ese estado viene acompañado del sentimiento profundo de soledad.

- Hoy me voy a ver con Miranda, no puedo acompañarte a casa.
- ¿Ah? Está bien, de todos modos tengo que hacer algo.
- ¿En serio? ¿Qué?
- Comprar unas cosas que mamá me pidió.

Inmediatamente después de pisar fuera de las instalaciones estudiantiles nuestros caminos se separaron. Me dirigí a Calipso, allí estaba el lugar al que debía ir.

- ¿De qué color lo quieres?
- Blanco.

Y, bueno amigos, es aquí donde mi promesa del prólogo no pudo ser cumplida. Lo siento mucho, pero supongo que para escribir cualquier nueva historia necesitamos que algo cambie en nuestra vida.

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